By Dr. Fernando Cabrera Bueno on Tuesday, 07 June 2022
Category: Noticia

El valor de la prevención cardiovascular desde la infancia

El objetivo de la prevención en el contexto de la enfermedad cardiovascular (CV) es modificar de modo beneficioso el desarrollo de diversos procesos patológicos, y poder hacerlo desde la primera infancia, cuando estos aún son reversibles.

Ante la pregunta «¿Los factores de riesgo en la infancia y la adolescencia aumentan el riesgo de sufrir la enfermedad cardiovascular en la edad adulta?», la respuesta sigue siendo un tema de gran interés y con importantes implicaciones clínicas.

Recientemente se ha publicado un estudio de cohortes prospectivo que puede considerarse único en el abordaje de esta temática. Se evaluó la asociación de los cinco factores de riesgo infantiles más estudiados con el desarrollo de eventos cardiovasculares (ECV) en la edad adulta tras un seguimiento de 35 años de media. Los cinco factores evaluados fueron:

En el estudio se incluyó a 38 589 participantes.

Los resultados del estudio fueron consistentes: el aumento de riesgo para fue casi el triple (HR para ECV fatal o no fatal en la edad adulta fue de 2,75 (IC 95 %: 2,48-3,06) por unidad de aumento.

Basándose en los datos del estudio, ha sido posible establecer asociaciones entre los niveles de factores de riesgo en la infancia y el desarrollo de eventos cardiovasculares (ECV) en adultos a partir de los 40 años.

La introducción de una estrategia eficaz para reducir los niveles de factores de riesgo en la edad más favorable también es de crucial importancia.

En la actualidad contamos con una gran cantidad de información sobre el papel de los factores de riesgo cardiovascular en el pronóstico de futuras enfermedades. Así, los factores a los que se hace referencia en el presente estudio pueden formar un círculo vicioso. En concreto, se trata de la hipertensión arterial (HTA) inducida por la obesidad.

Con respecto a la relación entre los factores de riesgo en la infancia, se ha demostrado asimismo que el índice de masa corporal (IMC, que define la presencia de obesidad) alto está asociado a valores bajos del índice de sensibilidad a la insulina en la edad adulta joven. Según varios estudios, la obesidad se relaciona con la alta incidencia de aterosclerosis de la aorta y las arterias coronarias, cuya extensión y gravedad tienen una correlación positiva y significativa con el aumento del IMC, la PA y los niveles séricos de colesterol total (CT) y colesterol de lipoproteínas baja densidad (cLDL o “colesterol malo”).

Teniendo en cuenta la gravedad que representan el sobrepeso y la obesidad, se encontró una fuerte correlación entre la obesidad infantil y la adulta, ya que aproximadamente el 55 % de los niños obesos continúan siendo obesos en la adolescencia, mientras que el 70 % de los niños y adolescentes obesos seguirán siéndolo a partir de los 30 años. En los últimos 40 años, la prevalencia de sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes de 5 a 19 años ha aumentado dramáticamente, y en la actualidad la tasa de prevalencia es equivalente a más de 465 millones en todo el mundo.

Ante los hallazgos convincentes sobre la asociación de los factores de riesgo infantiles con ECV adversos en adultos habría que plantearse varias preguntas. En particular:

¿Existen los factores de riesgo adicionales e independientes que con el tiempo puedan provocar ECV graves en adultos? 

¿Se han identificado ya los factores pre y perinatales que puedan afectar a dichos ECV?

Según los datos disponibles, las exposiciones maternas como la preeclampsia, el tabaquismo materno, la diabetes y la obesidad causan eventos cardiometabólicos adversos en la descendencia que, a su vez, influyen en desarrollo de enfermedades cardiovasculares en la edad adulta. Las exposiciones maternas aumentan el riesgo de parto prematuro y, en consecuencia, un bajo peso al nacer.

Basándose en nueva evidencia proveniente del presente estudio, se justifica el mayor énfasis en programas para prevenir el desarrollo de ECV desde la primera infancia. Ya era incuestionable que las intervenciones en la edad adulta como la dieta, el aumento gradual en la actividad física diaria, el abandono del tabaquismo o el tratamiento farmacológico, según proceda, para reducir los factores de riesgo son útiles. Ahora tenemos datos que soportan la adopción de las mismas estrategias desde la primera infancia; es presumible que el abordaje de la prevención primordial se convierta en un salvavidas para la salud de población en su conjunto.
Referencias
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